No se puede decir que sea una novedad: la historia de la criptografía -es decir, el arte de codificar mensajes para ocultarlos de los ojos curiosos, de hecho la palabra deriva de la expresión “escritura oculta” en griego- se remonta al menos a 4.000 años hacia atrás en el tiempo. Incluso, hubo períodos en que fue protagonista clave de los acontecimientos, como en la Segunda Guerra Mundial, cuando el brillante matemático Alan Turing tuvo la misión de descifrar los códigos enviados por los alemanes.
Pero lo cierto es que los avances tecnológicos le dieron a este tema una importancia como jamás tuvo antes. Ya no se trata de un uso reservado a líderes militares, agencias de inteligencia o el universo del espionaje: hoy la criptografía impacta en nuestra vida cotidiana y se utiliza para proteger nuestras comunicaciones por correo electrónico y los mensajes de WhatsApp, los datos de una aplicación corporativa a los que se accede a distancia, de evitar que cualquiera ingrese en nuestras cuentas bancarias o de garantizar que todo lo que compartamos en un sitio web no será compartido con nadie más. Los campos de aplicación son incontables, pero el objetivo es siempre el mismo: el cuidado de los datos.
Mensajes inviolables
En concreto, la criptografía se encarga de cifrar un mensaje con el objetivo de evitar que su contenido pueda ser interceptado y leído por alguien no autorizado. La operación tiene éxito cuando solamente el emisor y el receptor son capaces de interpretar el mensaje: el primero es el encargado de cifrarlo -es decir, de transformarlo en caracteres que no constituyen ningún sentido a simple vista- y el segundo, de descifrarlo -en palabras sencillas, de devolverle el significado original-. Estos mecanismos resultan transparentes para el usuario: se ejecutan de manera automática a través de algoritmos y claves.
La criptografía moderna tiene como punto de partida una publicación de Claude Shannon de 1948, que transformó las técnicas de codificación en procesos matemáticos avanzados. Durante las dos décadas siguientes, la temática estuvo acaparada por la NSA (Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos), que la manejó como si se tratara de un secreto de Estado. En 1975 la fuerza del creciente interés por la informática sacó la criptografía de los sótanos gubernamentales y la llevó al terreno de los estándares de mercado: DES (Data Encryption Standard) data de 1975 y su sucesor AES (Advanced Encryption Standard), remite a 2001.
Entre lo simétrico y lo asimétrico
Entre los tipos más comunes de criptografía se encuentran la denominada “simétrica”, que solo utiliza una clave, previamente conocida por todos los involucrados, para cifrar y descifrar y la “asimétrica” o “de clave pública”, que emplea dos claves distintas matemáticamente vinculadas, cada una de las cuales se ocupa sólo de una de las operaciones. Una de las claves es pública y está disponible para cualquier usuario, participe o no del intercambio. La otra es privada y no puede ser revelada.
Mientras que la simétrica tiene como ventaja su sencillez y su efectividad, implica también el riesgo de que si un tercero accede a la clave ya puede decodificar toda la comunicación. La asimétrica, por su parte, se consolidó a lo largo de los años como una opción altamente segura. ¿Su desventaja? Requiere cálculos muy complejos y puede ralentizar el proceso. Fuera de los ámbitos puramente teóricos, los sistemas suelen emplear ambas, para combinar la velocidad del modelo simétrico con la seguridad del de clave pública.
El desafío hacia el futuro
La criptografía se encuentra de cara al futuro con un desafío enorme: la computación cuántica. Si bien este nuevo avance promete la capacidad de resolver cualquier proceso, por complejo que sea, en milésimas de segundo, tiene un efecto colateral: las computadoras cuánticas podrían volver obsoletos los sistemas criptográficos actuales.
Por supuesto, cada nuevo reto viene con un esfuerzo para resolverlo. En este caso se trata de la criptografía post cuántica o PQCrypto: la búsqueda de nuevos algoritmos que resistan esta informática de altísimo desempeño, tema en el que está trabajando arduamente el NIST (Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos) desde 2016 y que podría tener algunos avances notables en lo que queda de este año.
Así, la criptografía sigue su camino para generar comunicaciones cada vez más seguras. Ahí está, precisamente, la clave de todo.