La banca es digital: un estudio de la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation) de Estados Unidos detectó ya en 2001 que alrededor del 80% de las personas de entre 15 y 44 años utilizan online banking o las aplicaciones móviles de sus entidades como primer punto de contacto. La cifra se mantiene por encima del 70% en consumidores de hasta 54 años y por encima del 60% en el segmento de 55 a 64 años.
La transformación digital permitió a las empresas del sector ampliar su cobertura sin riesgos y con costos controlados: ya no es necesario abrir una sucursal para acceder a un nuevo conjunto de clientes, basta con llevarles las herramientas adecuadas al dispositivo de su preferencia.
Este enfoque, plagado de beneficios, produjo en el sector desafíos novedosos. Por un lado, el incremento de la competencia con la llegada de las fintech. A pesar de que estas empresas encontraron altas barreras de entrada a un mercado altamente regulado y manejado por empresas gigantescas, lograron imponerse en muchos casos gracias a que tienen el gen innovador en su ADN y, por lo tanto, son más ágiles y cuentan con una capacidad de respuesta más rápida para entregar soluciones digitales a sus clientes.
Por el otro, la pesada carga de las soluciones heredadas: sistemas robustos, sólidos y muy confiables que funcionan desde hace décadas pero que pueden ser un obstáculo notable de cara al futuro del negocio, ya que son difíciles de mantener, de actualizar y, en muchos casos, rozan la obsolescencia tecnológica o impiden la implementación de tecnologías de punta.
El concepto clave para responder a ambos dilemas es “modernización de aplicaciones”.
Diferentes enfoques de modernización
Existen diferentes enfoques para que un banco tradicional pueda modernizar sus aplicaciones, que van desde actualizaciones o modificaciones sutiles para garantizar el funcionamiento de los viejos sistemas en un nuevo escenario tecnológico hasta un rediseño desde cero.
La consultora de mercado Gartner había identificado siete modelos de modernización que aplican a todas las industrias: encapsulamiento (disponibiliza los datos y funciones del sistema heredado como servicio), rehosting (lleva los elementos del sistema heredado de alguna arquitectura antigua como mainframe a una nueva como la nube), reestructuración (se lo migra a una nueva plataforma de ejecución), rediseño (cambios en el backend para mejorar el rendimiento), rearquitecturización (cambios en el código para adaptarlo a una nueva arquitectura), reconstrucción (rediseño para llevarlo a un ambiente nativo en la nube) y reemplazo (descartar el existente e implementar uno nuevo).
En el caso de los bancos, el más transitado consiste en llevar al plano digital las funcionalidades de siempre y lanzar una app o una página de home banking que refleje las principales operaciones, aprovechándose del poder de nuevas tecnologías que abstraen la capa de la aplicación de la tecnología subyacente, como las API (siglas en inglés por interfaz de programación de aplicaciones) o los contenedores.
Nuevos modelos de migración
También aparece un nuevo modelo de migración: el de crear un neobanco, es decir, una marca paralela pensada al estilo fintech, es decir, directamente con perfil tecnológico. De esta manera, la entidad tiene la opción de salir rápido al mercado con las propuestas innovadoras y gana tiempo para lograr una modernización ordenada y profunda de sus sistemas legacy.
Otro camino que están emprendiendo muchos bancos tradicionales para sumar nuevas tecnologías de manera veloz y efectiva es asociarse con fintech -las mismas que en un principio eran percibidas como competidoras- en ecosistemas colaborativos en los cuales la entidad clásica aporta su know how en procesos y la startup suma su agilidad y su visión tecnológica.
No existe un camino único ni mucho menos una bala de plata: cada institución bancaria debe encontrar el trayecto óptimo hacia la modernización de sus aplicaciones. Por eso, el acompañamiento de un socio tecnológico con experiencia en el sector es clave para alcanzar los resultados buscados al tiempo que se mantienen los riesgos bajo control.
Los sistemas heredados de los bancos fueron fundamentales para que el sector pudiera desarrollarse y crecer, pero hoy generan el riesgo de anclar a las entidades en el pasado. Y justo en el momento en que la industria está repensando su futuro.