Garantía de transparencia. Ese es el principio rector de la tecnología blockchain, clave para eliminar el fraude en el mundo financiero, acabar con la falsificación de medicamentos y garantizar que los diamantes extraídos de África no hayan sido obtenidos a costa del trabajo esclavo.
¿Cómo lo logra? A través de la construcción de registros digitales seguros, descentralizados, sincronizados y distribuidos de transacciones en las que participan múltiples partes sin necesidad de que intermedien terceros. Su nombre, blockchain surge precisamente de que el registro está compuesto por una cadena de bloques. Cada vez que se agrega uno para actualizar la operación, está verificado por toda la comunidad participante, sin un líder específico que ejerza el control (para evitar “trampas”).
¿Los beneficios? Por un lado, garantiza que todos los involucrados tengan la última información disponible en tiempo real. Por el otro, asegura que cualquier movimiento que haya sido registrado no se puede borrar ni modificar.
Así, cada transacción queda identificada con una huella digital única, fácil de rastrear y replicada en decenas de miles de servidores en diferentes lugares del mundo.
Las oportunidades de blockchain
Si bien la popularidad de blockchain se apoya en las criptomonedas (un intercambio de dinero virtual perfectamente seguro gracias a esta tecnología) y en los cada vez más utilizados NFTs (siglas por token no fungible, es decir, bienes digitales intercambiables que pueden ir desde cromos de fútbol coleccionables hasta piezas de arte), su potencial se amplía a medida que se analiza cómo aplicarla en diferentes industrias o incluso en actividades científicas o sociales. Así se derriba el gran mito que se formó alrededor de blockchain: que su uso está limitado a necesidades del mercado financiero.
Algunas otras posibilidades son gestión de contratos inteligentes, seguimiento de insumos médicos desde el punto de producción hasta la aplicación en el paciente, control de que un alimento cumple con los requisitos de cadena de frío durante el traslado o trazabilidad de la fabricación de cualquier artículo para garantizar la ausencia de trabajo esclavo, contrabando, lavado de dinero o cualquier otro delito durante el proceso.
Las estrategias de sustentabilidad también dicen presente: esta tecnología es útil para medir la huella de carbono de una actividad, considerando todas las variables que pudieran afectarla (operaciones, vehículos, gasto de energía, uso del producto en manos del cliente, ejecución de un servicio, etc.).
Algunos casos particulares
Puntualmente si se pone el foco en el lavado, blockchain ofrece la solución definitiva: cualquier movimiento que haya sufrido un activo será posible de ser rastreado con la tranquilidad de que nadie, en el medio, modificó, alteró o borró algún registro.
Incluso se lo puede aplicar en industrias en las que el fraude es parte de la normalidad, como ocurre en la publicidad digital, donde abundan los bots que generan clics falsos y alteran las estadísticas de tráfico, generando un costo que según la World Federation of Advisers (Federación Mundial de Anunciantes) podría alcanzar los US$50.000 millones en 2050. En este contexto, esta tecnología de la industria 4.0 podría aportar métricas confiables a partir del involucramiento de todas las partes en un único registro: anunciantes, editores y hasta los consumidores.
Estructuras burocráticas complejas o tendientes a errores, como son los registros de automotores, pueden contar en blockchain con una estrategia para conocer todos los pasos que dio ese vehículo, incluyendo sus dueños, las operaciones de compraventa y la intervención de autoridades competentes o de control.
Entre barreras y beneficios
Como ocurre con todas las tecnologías disruptivas, no todo es color de rosa. Una de las grandes críticas que se hace a blockchain es que genera un alto consumo energético en aplicaciones como la minería de criptomonedas. En efecto, para hacer más seguras las transacciones y evitar falsificaciones, se exige a quienes generan las monedas (los mineros) que resuelvan complejos acertijos matemáticos que deben llevarse a cabo en computadoras muy poderosas. Investigadores de la Universidad de Cambridge estimaron que el consumo energético asociado con esta actividad es más alto que el de Países Bajos y la Argentina y que la huella de carbono que produce es comparable a la de Nueva Zelanda.
Sin embargo, emergen cada vez más iniciativas que apuntan hacia un blockchain sostenible, también en tareas de altísima exigencia de procesamiento como estas.
Los beneficios de estas cadenas de bloques van más allá de la confiabilidad de la información y la ausencia de fraude: también permite ahorrar costos gracias a la reducción de tareas de registro y control, minimiza los errores relacionados con transacciones registradas “a mano” o alteradas posteriormente, genera confianza entre los participantes, elimina intermediarios y asegura que todos están viendo la información más reciente.
Blockchain es, por definición, una tecnología altamente disruptiva: una vez que se aplica en una empresa, en un mercado o en una industria, las cosas ya nunca vuelven a ser como eran.