Están allí desde siempre: registrando las transacciones, dando soporte al core del negocio, ganando madurez y estabilidad con el paso de los años. El temor a modernizar los sistemas heredados o legacy está latente en toda empresa que se embarca en un camino de transformación digital. Porque a los beneficios mencionados de robustez, garantía de funcionamiento y conocimiento acumulado del negocio, se suman también algunas desventajas como la falta de agilidad para adaptarse a tiempos cambiantes, el riesgo de obsolescencia tecnológico, la incapacidad de integración con herramientas innovadoras -incluyendo algunas establecidas desde hace ya muchos años, como la nube o la movilidad, sin contar por supuesto las que están teniendo una adopción más reciente, como la inteligencia artificial – o los altos costos de mantenimiento.
La modernización de estos esquemas monolíticos, que tal vez jugaron un rol esencial para el desarrollo y el crecimiento de la organización en el pasado, es fundamental para poder mantener la competitividad y la flexibilidad de cara al futuro.
El dilema está propuesto: no se pueden descartar, porque estos sistemas albergan una enorme cantidad de datos recogidos a lo largo de la historia de la empresa, pero tampoco se los puede mantener como el centro de las operaciones digitales, considerando que el mundo de los negocios está pidiendo otra cosa.
Evolución o revolución
¿En qué consiste “modernizar” un sistema heredado? En principio, en resolver las limitaciones tecnológicas que pueda tener para ganar eficiencias, continuar satisfaciendo las expectativas de los usuarios y de los clientes, disminuir costos de mantenimiento y, lo fundamental, acompañar los lineamientos del negocio -o, al menos, que deje de ser un obstáculo para el potencial crecimiento-. Todo esto, garantizando que los datos que contiene no se pierdan y que puedan ser aprovechados en el nuevo esquema.
El abanico de modernización abarca un espectro enorme: desde pequeñas modificaciones o el uso de algunas herramientas de emulación o de virtualización para que el sistema antiguo pueda seguir funcionando en el marco de tecnologías más modernas hasta un rediseño total. Este último caso es el que se denomina “enfoque revolucionario”: la transformación completa puede tener origen en un cambio drástico en la empresa (un enfoque en nuevos mercados, una fusión o adquisición) y también en los casos en que el sistema heredado tiene algún tipo de riesgo (no cumple nuevas normas de compliance, el proveedor anuncia que dejará de darle soporte).
El caso más habitual, no obstante, es aquel que busca una evolución gradual, con el objetivo de minimizar los tiempos de detención y la disrupción comercial y para distribuir los costos del proyecto en un plazo más largo.
Las siete “R”
Según la consultora Gartner, los modelos con los que se encara una modernización de sistemas legacy son:
– Encapsulamiento: aprovecha y amplía las características de la aplicación heredada encapsulando sus datos y funciones y los vuelve disponibles como servicio a través de una API o de algún otro modelo de intercambio.
– Realojamiento (o rehosting). Lleva los elementos del sistema heredado hacia una infraestructura nueva (física o de nube). En general, se aplica cuando la aplicación está en un mainframe y necesita moverse hacia una base más moderna.
– Reestructuración de plataforma. Se migra a una nueva plataforma de ejecución, realizando cambios mínimos en el código.
– Rediseño o refactorización. Optimización de algunos aspectos del sistema heredado para alcanzar un mejor rendimiento. Son cambios en el backend, pero no en el comportamiento externo (frontend).
– Rearquitecturización. Se altera el código para adaptarlo a una nueva arquitectura de aplicación y explotar nuevas y mejores capacidades
– Redesarrollo o reconstrucción. Rediseño del sistema por completo para llevarlo a un ambiente nativo en la nube.
– Reemplazo. Consiste en descartar el sistema existente e implementar uno nuevo. La disponibilidad de soluciones completas en la nube hace que este sea un camino cada vez más transitado, en particular cuando se trata de la migración de sistemas no críticos.
Cada enfoque tiene sus pro y sus contras. En general, las primeras requieren un menor esfuerzo, pero también producen un menor impacto en la organización. Lo más importante: elegir la estrategia que aporte el mayor valor para la organización y que le permita adentrarse de la mejor manera posible en el futuro de los negocios.