El mundo de las criptomonedas no solo es dinámico en términos de cotización, sino también de novedades. Más allá de que a diario surgen nuevas monedas digitales u opciones de inversión en cripto a través de NFT (token no fungibles, activos digitales de intercambio) el propio mercado se encuentra en pañales: gobiernos, empresas y hasta consumidores finales se ven abrumados por las oportunidades potenciales que promete este mercado.

La primera disrupción se da en función de cómo se percibe el dinero virtual: a diferencia de lo que ocurre con las monedas físicas, no se utiliza tanto como medio de intercambio, sino fundamentalmente como herramienta de inversión. Si bien es cierto que en algunos países con moneda inestable las personas suelen refugiarse en divisas más sólidas para ahorrar, esto representa una novedad a nivel global: las personas acumulan criptomonedas, tratan de adquirirla cuando el precio es accesible y de venderla cuando se produce un pico de cotización.

Pero esto es solo el principio. ¿En qué dirección se está desarrollando el mercado cripto? ¿Cuáles son los elementos necesarios para que se masifique su uso?

¿Menos volatilidad?

El primer paso es la necesidad de una mayor estabilidad de precios. En la medida en que los cambios en los valores continúen siendo tan bruscos, con saltos de cotización que se dan en apenas horas, los usuarios continuarán resistiéndose a pagar bienes y servicios con sus criptomonedas, al mismo tiempo que comercios y organizaciones evitarán cobrar en estas divisas virtuales por la misma razón. Una empresa con costos de producción para un determinado artículo que lo vende en criptomoneda justo en un momento de devaluación pronunciada podría perder incluso su capacidad para seguir fabricándolo.

En ese sentido, podrían ganar protagonismo las stablecoins: monedas digitales apuntaladas por algún elemento de la economía real, que tanto puede ser una moneda física como el valor de un determinado grano o del petróleo. Por su propia concepción (y hasta está indicado en su nombre), las stablecoins se mantienen dentro de márgenes de precios predecibles.

Un NFT, por su parte, es una pieza única e irrepetible que no puede ser hackeada ni manipulada: una foto, un video, una imagen, una pieza musical o un artículo de colección. Su comercialización crece día a día pero, al igual que ocurre con las criptomonedas sin respaldo en la economía real, su cotización es un misterio.

Empresas y bancos

Más allá de las dificultades con la volatilidad, a medida que las criptomonedas se consolidan en el mercado, las empresas comienzan a evaluarlas como forma de diferenciarse de sus competidores. En definitiva, todas aquellas que se preparen primero para pagar y cobrar con monedas virtuales habilitarán un intercambio fluido con clientes y proveedores y abrirán la posibilidad de ganar clientes de las generaciones más jóvenes.

Otra opción que algunas organizaciones están evaluando -incluyendo entidades del sector público en países como Estados Unidos- es abonar parte de los sueldos de sus colaboradores en criptomonedas como parte de su paquete de beneficios al personal.

El metaverso podría convertirse a su vez en otra importante puerta de entrada para que las criptomonedas finalmente comiencen a ser aceptadas por las compañías. Este mundo que combina lo virtual y lo real a través de tecnologías como realidad aumentada e inteligencia artificial, que permite a un usuario pasear por mundos alternativos y hacer compras allí, tiene en sus primeros desarrollos a las criptomonedas y los NFT como principales activos de cambio.

Las empresas que quieran participar del metaverso -cada vez más, según indican las tendencias- necesitarán comenzar a aceptar criptomonedas.

Las instituciones financieras no están ajenas a este fenómeno: si bien las fintech tomaron la delantera en el desarrollo de productos y servicios vinculados al universo cripto, las entidades tradicionales están analizando cómo participar del negocio. Cuando logren definir modelos eficientes y rentables, seguramente aportarán en la difusión de estas monedas virtuales. Incluso, se considera que podría ser el punto de partida para una mayor inclusión financiera.

La industria tecnológica también está generando su aporte: cuantos más desarrolladores trabajen en generar soluciones sencillas, billeteras que se accionen con un clic o herramientas de seguridad que garanticen al extremo la confiabilidad de las transacciones, mayor será la adopción.

El rol de los Estados en el mundo cripto

Incluso los Estados están lanzando sus propias monedas virtuales: primero lo evaluaron e hicieron pruebas en pequeños países, como Islas Marshall en Oceanía o San Cristóbal y Nieves en el Caribe, pero hoy está en la mesa de análisis de gigantes como China, Suecia o la propia Unión Europea.

Más allá de eso, desde el punto de vista de los gobiernos el principal desafío para el futuro de las criptomonedas está relacionado con las regulaciones: los gobiernos del mundo hasta el momento no lograron alcanzar ningún tipo de consenso respecto de su tratamiento.

En buena parte, el éxito de las divisas virtuales entre los individuos reside en esta falta de control. Más allá de los equívocos y de la asociación en el ideario popular de las criptomonedas con las actividades ilegales, la realidad es que se trata de una actividad perfectamente lícita. De hecho, la idea de que se trata de operaciones anónimas dista mucho de la realidad: la propia tecnología blockchain permite un rastreo de extremo a extremo en caso de que apareciera una denuncia judicial o alguna actividad sospechosa.

El mercado evoluciona a gran velocidad. Mientras tanto, los usuarios hacen lo más importante: chequear a diario las cotizaciones de las criptomonedas que atesoran, se alegran con las alzas y generan esperanzas para que se reviertan las bajas.

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